Natalia Velit, premio a una trayectoria franco-peruana
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Con motivo de la Semana de América Latina y del Caribe en Francia, el Presidente del Senado francés, Gerard Larcher, condecoraba la semana pasada a una serie de personalidades destacadas relacionadas con América Latina.Una de estas personalidades fue la artista peruana Natalia Velit, afincada en París desde los años ochenta, quien en las últimas dos décadas viene trabajando sobre el peso de la memoria en su obra pictórica.
Natalia Velit nace en Lima, pero con solo 16 años se instala con su familia en París.
¿La condecoración que te impuso el Presidente del Senado francés, es el reconocimiento de tu labor artística durante tus más de treinta años en Francia?
Exacto, una de las condiciones esenciales para recibir este premio es residir en Francia; es un premio al conjunto de tu carrera, pero esa carrera tiene que haber sido mucho en función de las relaciones bilaterales. Es decir, en tanto que peruana, durante más de treinta años yo no he cortado ningún vinculo con mi país, la prueba es que tengo un español bueno y un francés pasable, como se podría decir.
Algunos latinoamericanos olvidan su identidad y al cabo de seis meses pierden el acento ecuatoriano, español o peruano. Yo no quiero ese tipo de ejemplos, porque el premio que me han dado ha sido por la excelencia de las relaciones culturales entre América Latina y Francia. En este caso específico, Perú. El año pasado este premio lo obtuvo por Colombia Fernando Botero, el anterior, por México, Rolando Villazón.
Este año, además de a mí, se lo han concedido al director de cine Patricio Guzmán, de Chile. Se ha reconocido también el área científica, con científicos chilenos, por la colaboración con el Gran Telescopio Europeo, terreno en el que Perú desgraciadamente brilla por su ausencia. Así que felizmente han premiado las artes, que ya es un cambio para Perú porque siempre nos premian por la gastronomía...
Quizás también ha interesado la relación de tu trabajo sobre la memoria...
Claro, en Francia culturalmente uno respeta mucho el pasado, la memoria, y también a las personas de la tercera edad, a los viejitos... Justamente, cuando llegué a Francia en los años ochenta no conocía este fenómeno, primero porque tenía dieciséis años y no podía ni imaginar las consecuencias de envejecer.
Al cabo de los años y a medida que he ido creciendo, yo misma madurando, yo misma envejeciendo, me he dado cuenta de la importancia de la transmisión de la memoria. Los franceses en eso brillan por su excelencia. Creo que la misión de un artista plástico es la de la transmisión de la memoria.
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